miércoles, 26 de diciembre de 2012

Viaje a la isla de los volcanes

Con pesar por abandonar la que ya consideraba "mi" Ubud, el afán por conocer más mundo me llevó a continuar el viaje a la isla de los volcanes, Java. Sólo el nombre ya me hacía emular paisajes exóticos.
Viniendo desde Bali, se echa de menos la frondosidad de su paisaje tropical y el alegre colorido de sus templos y sus gentes con las frecuentes ofrendas y ceremonias; en su lugar llega el impresionante paisaje lunar y volcánico que ya se vislumbra desde el ferry. Nos adentrábamos en el misterio del mundo musulmán en el epicentro de Indonesia.

Aproximación a Java desde el ferry de Bali

Compartí viaje en un minibus con un encantador matrimonio muy jovencito de brasileños (¡algún día os iré a ver!), un holandés errante para ahogar penas del corazón y dos amigas londinenses al inicio del año sabático. Salíamos de mañanita de Kuta (en mi caso antes de Ubud) para atravesar toda la isla hasta alcanzar el noroeste, cruzar en ferry a la vecina Java y proseguir otras largas horas hasta llegar, exhaustos, a nuestro destino.Ya bien entrada la noche, llegábamos a un pueblo a los pies del volcán Bromo. Juntos, deambulamos de hostal en hostal, regateamos, insistimos, peleamos... para finalmente lograr una habitación con ducha compartida, bastante frío y un plato de pasta deshidratada regado con fanta roja (les encanta por Asia) porque no quedaba ya agua embotellada. El madrugón era importante, nos acostábamos a medianoche y a las cuatro partíamos ya a la cima del monte para ver el amanecer sobre Bromo.

Amancer sobre el valle del volcán de Bromo, en Java

¿Por qué tenemos que madrugar tanto? Tan sólo hemos logrado concentrarnos todos los turistas en manada y los comerciantes con su café (¡menos mal!) y baratijas, avanzando adormilados en la penumbra y luchando por una foto. Estos asiáticos venden muy bien sus amaneceres....¿Por qué nosotros no obligamos a nuestros turistas a ver el amanecer sobre el mediterráneo, todos juntos en procesión? Los deseos de venganza y el mareo del cansancio me estaban ya superando cuando, con las primeras luces del alba, apareció ante nosotros el paisaje. La vista del crater del volcán asomando entre la bruma y las nubes y rodeado del valle de árboles quemados me cautivó.



Y aún quedaba lo mejor. Nos acercaron en jeep hasta las dunas. Los últimos metros  consistían en atravesar una explanada de arena y cenizas asediados por chavalines ofreciéndonos sus caballitos para llegar a la meta. Accedí a la turistada, tras un pequeño tira y afloja, y monté en un caballito, manteniendo el equilibrio, no sin dificultades. Si caía, parecía que el suelo era blando...Logré subir la colina (y alegrar un poco el día al cuidador de mi caballo que me observaba mis esfuerzos muy divertido) y disfruté como una niña pequeña.


Caballitos para la visita a Bromo, Java

Al final del trayecto nos esperaba una empinada escalera que nos separaba de los últimos metros hasta alcanzar el crater. Menos mal que algún vecino balinés había dejado una ofrenda a los pies de la escalera, ¡estábamos protegidos!.


Y allí estaba, un poco sin aliento, justo delante del crater del volcán Bromo. Había visto volcanes antes pero nunca tan de cerca que un resbalón pudiera hacerme formar parte de uno. Impresionante.
La que yo había apodado "isla de los volcanes" acababa de darme la bienvenida por todo lo alto.


Volcán de Bromo, Java
Guías esperando a que bajaran los turistas






Uno de los graciosos caballos que ayudan a alcanzar el volcán de Bromo, Java

¿Has ejercido de turista por el mundo y te has visto obligado a madrugar con la promesa de ver un amanecer único? ¿Mereció la pena?