domingo, 1 de julio de 2012

Nadando con elefantes en Nepal

Lo que sigue es una de las experiencias más increíbles de mi vida. Ocurrió en Chitwan, Nepal. Volvía de mi safari a pie y acudí a la cita diaria del baño de los elefantes en el río. Los elefantes necesitan disfrutar de un baño de recreo al día, es su momento de descanso en una dura jornada de trabajo. El día anterior no habían venido por estar demasiado ocupados. La explotación a los elefantes es grande en Nepal, son una importante fuente de ingresos. ¿Acudirían hoy a su cita? ¡Allí estaban! Sólo vinieron dos elefantes, acompañados de sus cuidadores. Muy pronto empezaron a jugar en el agua. Parecían sonreir al echarse agua con la trompa. La gente empezó a agolparse y a hacer turno para subirse de dos en dos.


El elefante parece que sonreía disfrutando de su baño

Iba preparada: no llevaba documentación ni casi dinero y el bikini puesto. Tenía que buscar mi oportunidad. Estaba sola esta vez y necesitaría a alguien. Me fijé en un chico inglés que hacía fotos a una pareja encima del elefante. Resultó ser su novia, él no se había atrevido a montar. ¡Perfecto! Le pinché diciéndole que él no podía ser menos, y tras unos titubeos por su parte, logré que la novia custodiara nuestros objetos personales mientras subíamos a lomos del elefante. ¡El ego masculino me servía de ayuda en esta ocasión!


Baño con elefantes en el Parque Nacional de Chitwan en Nepal

Un, dos, tres...un empujoncito del cuidador y...¡estaba subida a un elefante! Sin montura, sintiendo su piel surcada por duras cerdas bajo mi cuerpo, manteniendo el equilibrio a duras penas. Respondiendo a las órdenes del cuidador, el elefante nos tiraba agua con la trompa. ¡Disfrutaba como una niña pequeña!


El elefante se echa agua y de paso ¡nos moja!

Completamente enamorada del elefante y del momento, nada podría hacerme caer. Pero claro, había más personas esperando su turno y tendría que dejar mi plaza a los siguientes. El cuidador dio la orden al elefante para que nos tirara al agua. Mi compañero inglés cayó de inmediato, pero yo me resistía....El cuidador dio de nuevo la orden al elefante. Nunca he subido a un toro mecánico pero se me estaba dando muy bien...Comprendí que tenía que dejarme ir. El cuidador le gritó otra vez algo al elefante. Y ahora sí,  me lanzó al agua con más fuerza y más lejos. Me dejé ceder al impulso y caí en las turbias aguas del río. Empecé a nadar hacia la orilla. Nadaba y nadaba pero descubrí con horror que no avanzaba. ¡La corriente era más fuerte que yo y me arrastraba hacia dentro! ¡Y en el río había cocodrilos! Intenté que el miedo no me paralizara. Seguí nadando desesperadamente. Chillé pidiendo ayuda. Fue un instante que pareció eterno. Hasta que el cuidador se percató de mi situación y me acercó el palo que usaba para guiar al elefante. Pude agarrarme a él y así me dejé llevar a la orilla. ¡Había estado muy cerca de no contarlo!  Mi baño con elefantes casi me sale muy, muy caro. Aún así, no me arrepiento en absoluto y, si tuviera la oportunidad, volvería a subirme a un elefante para bañarme con él. He descubierto un nuevo amor. El elefante es un animal que me fascina. Haber podido jugar con uno en el agua ha sido excitante y divertido. Me siento muy afortunada. Más tarde supe que no es común lo que me ocurrió y, por tanto, os recomiendo la experiencia. Eso sí, ¡no os empeñéis en quedaros encima del elefante como hice yo!

¿Te gustan los elefantes? ¿Has jugado con uno en el agua?


 



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