domingo, 22 de julio de 2012

El mundo visto desde un elefante

Paseo en la selva, baño con elefantes, rescate in extremis en el río...todas esas aventuras me había deparado ya mi visita a Chitwan y aún faltaba la traca final: el safari en elefante. Si vais a Chitwan y os decidís por el safari en elefante, os recomiendo que lo hagáis a lomos de alguno de los elefantes del Parque Nacional que están más cuidados y protegidos. Así lo hice yo, y mi sensación es que el animal era tratado con respeto (dentro de lo que cabe).

Una familia en safari en elefante en el Parque Nacional de Chitwan

Desde una torre construida a tal efecto, se accede a la cesta colocada sobre el lomo del elefante, una persona en cada esquina con la barra entre las piernas para no caerse. En mi caso éramos solo 3, dos chicas polacas y yo. El cuidador va sentado a la cabeza e indicando al elefante con la vara qué dirección tomar. El que me tocó era un joven nepalí muy amable, que se notaba que quería a su elefante y que se esforzó por hacer muy completo nuestro mini safari.

El cuidador da las instrucciones al elefante apoyando la vara en su cabeza

Empieza el suave traqueteo, avanzamos lenta y pesadamente por la jungla. ¡Cuidado, una rama! No hay problema. Nuestro amigo elefante la retira suavemente con la trompa. Increíble. Atravesamos un río como si fuera un charco, chof, chof, sin salpicarnos si quiera y ya estábamos en el Parque Nacional.


¡Cuidado que nos metemos en el agua!

Primero vimos unos ciervos, animales de sobra conocidos, pero siempre tan bonitos...y se ven distintos desde arriba del elefante, parecen tan pequeños....¡Chicas, no habléis que asustáis a los animales! Mirad, ¡un jabalí! Este sí parece pequeño desde lo alto del elefante. Seguimos avanzando y, de repente, detrás de unos arbustos y a solo 2 metros de nosotros, en un claro de la selva, impasibles e ignorando completamente nuestra presencia estaban mamá rinoceronte y su cría pastando plácidamente. ¡Estaba al lado de dos rinocerontes y no parecía importarles! Curioso animal el rinoceronte que parece haberse quedado estancado en algún eslabón de la cadena de evolución con su extraño cuerno y su apariencia de estar construido a base de robustos bloques armados entre sí sin la línea de definición depurada que caracteriza a otros animales como el buey o la vaca.

Rinocerontes en el Parque Nacional de Chitwan
El elefante se acerca mucho al rinoceronte
La cría de rinoceronte vista de cerca



Y mamá rinoceronte
 
Desde lo alto del elefante, la visión de la fauna es magnífica y es posible acercarse a un imponente animal, como el rinoceronte, sin miedo a ser atacado, y, aún mejor, sin molestarle si quiera. Pensado en retrospectiva, el paseo no debe ser precisamente agradable para el elefante. He tenido oportunidad de repetirlo en otros países asiáticos y no lo he hecho porque me ha dado penita. Los elefantes han sido y son aún, en gran medida, elementos explotados por el hombre por estos lares, pero al mismo tiempo, es fácil criticarlo desde la acomodada postura de rico occidental que también explotó a animales (y, según se mire, aún explota) para avanzar en su progreso en el pasado. Ahí dejo la reflexión, cada cual que la interprete como considere. Sea como fuere, aunque quizás sea poco considerado con los elefantes cabalgar en uno de ellos, he de admitir que disfruté del paseo como una niña pequeña en el circo. ¡Gracias elefantes por acercarme a la selva!



¿Y tú qué opinas? ¿Crees que no se debería apoyar el safari en elefante?



domingo, 1 de julio de 2012

Nadando con elefantes en Nepal

Lo que sigue es una de las experiencias más increíbles de mi vida. Ocurrió en Chitwan, Nepal. Volvía de mi safari a pie y acudí a la cita diaria del baño de los elefantes en el río. Los elefantes necesitan disfrutar de un baño de recreo al día, es su momento de descanso en una dura jornada de trabajo. El día anterior no habían venido por estar demasiado ocupados. La explotación a los elefantes es grande en Nepal, son una importante fuente de ingresos. ¿Acudirían hoy a su cita? ¡Allí estaban! Sólo vinieron dos elefantes, acompañados de sus cuidadores. Muy pronto empezaron a jugar en el agua. Parecían sonreir al echarse agua con la trompa. La gente empezó a agolparse y a hacer turno para subirse de dos en dos.


El elefante parece que sonreía disfrutando de su baño

Iba preparada: no llevaba documentación ni casi dinero y el bikini puesto. Tenía que buscar mi oportunidad. Estaba sola esta vez y necesitaría a alguien. Me fijé en un chico inglés que hacía fotos a una pareja encima del elefante. Resultó ser su novia, él no se había atrevido a montar. ¡Perfecto! Le pinché diciéndole que él no podía ser menos, y tras unos titubeos por su parte, logré que la novia custodiara nuestros objetos personales mientras subíamos a lomos del elefante. ¡El ego masculino me servía de ayuda en esta ocasión!


Baño con elefantes en el Parque Nacional de Chitwan en Nepal

Un, dos, tres...un empujoncito del cuidador y...¡estaba subida a un elefante! Sin montura, sintiendo su piel surcada por duras cerdas bajo mi cuerpo, manteniendo el equilibrio a duras penas. Respondiendo a las órdenes del cuidador, el elefante nos tiraba agua con la trompa. ¡Disfrutaba como una niña pequeña!


El elefante se echa agua y de paso ¡nos moja!

Completamente enamorada del elefante y del momento, nada podría hacerme caer. Pero claro, había más personas esperando su turno y tendría que dejar mi plaza a los siguientes. El cuidador dio la orden al elefante para que nos tirara al agua. Mi compañero inglés cayó de inmediato, pero yo me resistía....El cuidador dio de nuevo la orden al elefante. Nunca he subido a un toro mecánico pero se me estaba dando muy bien...Comprendí que tenía que dejarme ir. El cuidador le gritó otra vez algo al elefante. Y ahora sí,  me lanzó al agua con más fuerza y más lejos. Me dejé ceder al impulso y caí en las turbias aguas del río. Empecé a nadar hacia la orilla. Nadaba y nadaba pero descubrí con horror que no avanzaba. ¡La corriente era más fuerte que yo y me arrastraba hacia dentro! ¡Y en el río había cocodrilos! Intenté que el miedo no me paralizara. Seguí nadando desesperadamente. Chillé pidiendo ayuda. Fue un instante que pareció eterno. Hasta que el cuidador se percató de mi situación y me acercó el palo que usaba para guiar al elefante. Pude agarrarme a él y así me dejé llevar a la orilla. ¡Había estado muy cerca de no contarlo!  Mi baño con elefantes casi me sale muy, muy caro. Aún así, no me arrepiento en absoluto y, si tuviera la oportunidad, volvería a subirme a un elefante para bañarme con él. He descubierto un nuevo amor. El elefante es un animal que me fascina. Haber podido jugar con uno en el agua ha sido excitante y divertido. Me siento muy afortunada. Más tarde supe que no es común lo que me ocurrió y, por tanto, os recomiendo la experiencia. Eso sí, ¡no os empeñéis en quedaros encima del elefante como hice yo!

¿Te gustan los elefantes? ¿Has jugado con uno en el agua?