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miércoles, 14 de marzo de 2012

Chengdu, capital del picante

Llegué a Chengdu un poco por casualidad. Para mí se trataba de una ciudad de paso antes de entrar en el Tibet. La suerte quiso que fuera Chengdu y resultó ser una visita muy completa. Pude admirar el Gran Buda de Leshan, visitar los osos panda y recorrer el Chengdu más moderno de la mano de mis nuevos amigos chinos.
Mis anfitriones improvisados en Chengdu
Los que hayáis leído mi visita al Buda, sabréis que allí conocí a una chica china que me acompañó todo el tiempo. Gracias a ella pude coger sana y salva (y barato) el autobús de vuelta a Chengdu. En el autobús seguimos con nuestra conversación en pseudo mandarín (lo de pseudo por mí, claro, no por ella). Así supe que era madre de una niña que hace ballet y que el profesor de danza vivía en Chengdu y que ella había quedado con él a cenar. También creí entender que era divorciada y que estaba de viaje escapada de vacaciones. Yo le dejé caer que no había probado aún el huoguo o hotpot que es plato típico de la zona porque al estar sola no tenía gracia. Parece que captó el asunto porque nada más llegar a Chengdu, allí estaba su amiguito esperándola, nos presentó y le anunció que nos íbamos todos juntos a pasear y a cenar huoguo. Me pareció genial la idea, tras dos meses y medio en China ya era capaz de hacerme amiga de chinos sin que nadie me los presentara y ... ¡comunicándome en su idioma! Menos mal que ya conocía las costumbres y, por eso, no me pilló por sorpresa que me cogiera del brazo y de la mano, cual pareja. Esto es habitual entre amigas (¡y amigos!) en China y no implica nada sexual. Eso sí, raro se me hacía un rato. El amigo, que era un chavalín, estaba encantado de tener allí una laowai y enseguida aprovechó para practicar su inglés. ¡Se me acababa lo de comunicarme en mandarín! Bueno, no del todo, porque su inglés no era muy avanzado...


Y empezó nuestro paseíto por el Chengdu moderno. El chico iba enseñándole los edificios a su amiga y relatando el año de construcción de cada uno, que era, como mucho, tres años antes. Ella estaba asombrada de lo irreconocible que estaba la ciudad desde su última visita. Y es que, el gobierno chino se ha propuesto modernizar el país y Chengdu es la gran apuesta del oeste. 

Estatua de Mao en Chengdu

Juegos de luces de neón iluminaban la nueva gran plaza comercial de Chengdu, con la flamante estación de metro en el subterráneo y una fuente de colores decorando el centro de la plaza. Los carteles de las tiendas de las grandes marcas de lujo que decoran toda gran ciudad china completaban el cuadro de la nueva urbe de Chengdu que fascinaba a mis nuevos amigos y a mí me dejaba algo decepcionada por la falta de sabor chino. Paseamos por dentro de centros comerciales, mirando las modernas tiendas y me ayudaron a regatear para comprarme calcetines para mi próximo viaje al Tibet. Todo ello salpicado, ¿cómo no?, de paradas para hacernos fotos en múltiples posiciones y posturas. Entre tanta opulencia capitalista y modernidad, queda un guiño a la tradición comunista china con una enorme estatua de Mao que, desgraciadamente, estaba tapada por obras. Mis amigos no repararon en ella y no comprendieron mi interés por fotografiar lo menos impresionante para ellos de todo lo que estábamos visitando.

Y llegamos al restaurante de huoguo. Comprobé felizmente que estaba repleto de gente local y, por tanto, iba a poder probar la auténtica receta y no algún preparado para turistas incautos. Mis amigos me interrogaron acerca de mi capacidad para soportar el "là" o picante. Al ver que dudaba, se decidieron por un huoguo, mitad y mitad, es decir, mitad sin picante y mitad con. Os explicó en que consiste esta comida para los que no lo sepáis. Las mesas están preparadas con un hornillo, como si uno fuera a comer una fondue (de hecho el sistema es muy parecido pero sin queso y con mucho picante), y los camareros traen una especie de olla con agua hirviendo en la que los comensales van introduciendo ingredientes variados y se los comen cuando están cocidos. La parte del picante era de color rojo por la cantidad de guindillas que tenía (¿os imagináis cómo quemaba?). Las ramas (sí, ramas no sólo bolitas) de pimienta negra ocupaban buena parte del caldo. Mis amigos pidieron todo lo imaginable para comer en el huoguo, desde calamares y cerdo a pasta china y verduras desconocidas para mí.


Como podéis imaginar, no es fácil cazar la comida dentro de la balsa hirviente y con la única ayuda de unos palillos. A pesar de tener ya cierta práctica, nada era comparable a la de mis compañeros de mesa. Mi amiga me salvó en un par de ocasiones de morir por quemaduras en la boca, deteniéndome antes de comerme una pieza para limpiármela de guindillas y pimienta. ¿Me gustó el huoguo? No especialmente. Ahora eso sí, divertido y entretenido es bastante. Y calienta el cuerpo, sin duda. Me recordó al juego de Operación (ese en que había que sacarle las partes al muñequito con delicadeza para que no pitara y se encendiera su nariz). Si quieres saber lo que es de verdad el picante, es obligado probar el huoguo en Chengdu, capital de Sichuan, la región de la comida picante en China. No os dejará indiferentes. Nuevamente gracias a mis amigos chinos.

¿Has estado o vives en Chengdu? ¿Qué opinas de esta ciudad? ¿Te gusta el huoguo?




jueves, 8 de marzo de 2012

Visita a Buda en China

Muchos chinos son budistas. Quizás sería más exacto decir eran budistas (me refiero a los chinos continentales, claro). Los efectos de la revolución cultural y del comunismo en general, han hecho que el culto a cualquier religión sea muy reducido y que queden muy pocos templos antiguos. Aún así, siguen quedando enormes estatuas de Buda en China que impactan. La más impresionante de las que he podido ver es el Buda Gigante de Leshan, al que fui por matar el tiempo y que luego me alegré mucho de visitar por lo espectacular y lo divertido de la aventura que ahora os contaré.

Ofrendas en el templo de Leshan
Me encontraba en Chengdu, capital de Sichuan, la provincia del picante, apuesta de ciudad del futuro del gobierno chino y última parada para muchos viajeros antes de entrar en Tibet. Mi albergue estaba justo al lado de la estación de autobuses y me informaron que había un autobús a Leshan aproximadamente cada hora y que quedaba a una hora y media de camino. Fácil. Inexplicablemente no había casi viajeros en el albergue, o, quizás, se me habían escapado todos temprano, así que, iría de excursión sola (no sé cómo pero salía a la calle ya casi a la 1 de la tarde, más tarde supe que esto fue una suerte, por las mañanas es imposible ver el Buda por la cantidad de grupos de turistas que hay). Me acerqué a la estación de autobuses, no sin antes equivocarme de entrada e intentar acceder por el parking, en vez de por la puerta, ante la mirada estupefacta de los conductores chinos que me indicaron mi error haciendo muchos aspavientos. Superada la primera barrera, quedaba la de esperar la interminable cola. Por fin, me tocó el turno y me entendí perfectamente con la vendedora que me indicó que tenía la suerte de tener un autobús en veinte minutos. Muy satisfecha conmigo misma, compré el billete y acudí a la plataforma de salida. ¿Dónde estaba el autobús? Allí solo había aparcado un monovolumen. Ante mi cara de desconcierto, un hombre joven chino que estaba esperando me preguntó en medio chino - medio inglés que dónde iba (ser tan expresiva y de una raza diferente ayuda mucho para que se le acerquen extraños a ayudarle a una). Le expliqué que a ver el Leshan Dafo (Buda Gigante de Leshan). Y él afirmó que también iba a Leshan y que suponía que el monovolumen iba allí. Y de paso me dio su tarjeta y me explicó que era comercial de no-sé-qué. Apareció el conductor y nos confirmó que iba a Leshan y al Buda y nos subimos al vehículo, yo en el asiento del copiloto. Vinieron más pasajeros, todo mujeres chinas y, como ya estaba lleno el monovolumen, emprendimos la marcha. El conductor mantuvo la típica conversación de taxi conmigo: "de dónde eres", "qué bien hablas mandarín", "¡ah!, claro has estado en Shanghai", "y el Buda estará aún abierto o no", etc. que creo que es universal entre cualquier taxista y pasajero extranjero, con ligeras variaciones por idioma o ubicación. A continuación, silencio y paisaje. Y cuando los carteles ya anunciaban Leshan, empezó una ardua discusión en el coche de la que deduje que las mujeres exigían ser llevadas directamente a la ciudad y no tenían interés alguno por el Buda. El comercial acudió en mi defensa, diciendo que "la chica extranjera quiere ir al Buda". Yo corroboré esto y el conductor puso paz diciendo que daba tiempo a todo (o algo parecido). Dejamos a todo el mundo en Leshan y nos dirigimos al Buda. Me había quedado sola con el conductor y el Buda no se veía por ningún sitio (y eso que era gigante). Empecé a preocuparme por asegurarme la vuelta y  a calcular  cuánto me costaría  un taxi hasta  Chengdu en caso de quedarme  tirada...
Mi amiga preparando la ofrenda
Y entonces, ¡sorpresa!, había una última mujer china que se había dormido profundamente durante todo el viaje, tan acurrucadita que su presencia me había pasado desapercibida. De repente, volvió a la vida y preguntó por el Buda. ¡Qué suerte la mía! Ya no estaba sola. Se trataba de una chica más o menos de mi edad (calcular esto es una temeridad pero imaginé que era así), muy elegantemente vestida, con traje de chaqueta negro con falda y taconazos. Idóneo para subir a ver al Buda Gigante. Ella y el conductor empezaron a discutir las opciones para volver a Chengdu, yo intenté meter baza cómo pude pero ella se apresuró a asegurarme que "buyong danxin", que no me preocupara y que la siguiera. Y llegamos al Buda (que yo seguía sin verlo pero al menos había un cartel y una entrada), y nos bajamos la chica y yo. Y empezamos nuestra visita conjunta. Fue de lo más curioso. Ella estaba divertidísima de ir con una extranjera y de ver mis dificultades por mantener una conversación aceptable en mandarín. Y encantada de contar con fotógrafo. Cada tres o cuatro pasos me pedía que le hiciera una foto y posaba, feliz y contenta, con postura estudiada, muy a la china. Me explicó que venía de una provincia del sur cuyo nombre no logro recordar pero que en su tierra hacía calor, y que esta mañana había sentido frío y que, como no tenía otra ropa de invierno, se había embutido en ese modelito que había comprado el día anterior de capricho. A mí el razonamiento no me convenció demasiado, yo creo que quería salir guapa en las fotos. Todo esto que explico aquí de corrido me costó algo de interpretar pero, mira por dónde, ¡nos comunicábamos!.
La visita consistía en ir subiendo la montaña (el monte Emei para más señas), visitando distintos templos budistas, en cada uno de los cuales, mi nueva amiga dejó la correspondiente ofrenda y rezó un ratito para, finalmente, llegar a la cumbre desde la que se descendía a los pies del Buda. Yo estaba muy impresionada con su capacidad para escalar escalones embutida en su falda tubo y los tacones. Formábamos una extraña pareja y nos hicieron alguno foto los curiosamente pocos turistas chinos que había. El descenso al Buda era especialmente costoso y en pendiente pronunciada. Pero mi amiga era experta en tacones y logró bajar y subir en perfecta forma física. Y, por fin, llegamos al final del camino. Y entendí por qué no había visto al Buda antes. Estábamos en una pequeña explanada, con el río en frente y el Buda de espaldas. La estatua está esculpida en la montaña y se ve desde el río. Aparentemente, está allí dispuesta para proteger a los navegantes y es el más grande de China y del mundo de estas características. Sea como fuere, resulta espectacular. El dedo gordo del Buda es ya el doble o triple de grande que una persona. Lograr que el cuerpo entero cupiera en una fotografía, misión casi imposible. La sensación de hormiguita bajo la presencia del Buda es impresionante.


Si tenéis la suerte de estar cerca de Leshan, no dejéis de visitar el Buda, eso sí, por la tarde.
Mi amiga cumplió su promesa y volvimos juntas a Chengdu, pero esa ya es otra historia.

¿Has estado en Leshan? ¿Qué opinas del Buda Gigante, será el más grande del mundo?