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domingo, 20 de enero de 2013

Deambulando a los pies del Bromo


Atrás quedaba la excursión a la cima del volcán y por delante teníamos unas horas muertas hasta que nos vinieran a buscar para llevarnos al otro lado de la isla. Nuestra expedición se había quedado reducida al matrimonio joven  brasileño, el holandés solitario y una servidora; las amigas inglesas habían decidido proseguir por su cuenta, fieles a su tradición de aislamiento isleño, supongo. Juntos nos adentramos en el atractivo misterio del paisaje lunar formado por senderos de arena y lava a los pies de Bromo. 

Un antiguo templo con un aire muy balinés nos recibió imponente, cual superviviente en medio de la polvareda del camino.


Ruinas de templo hindú a los pies del volcán Bromo

La soledad y desolación en la que nos veíamos envueltos nos hacía sentir como una suerte de exploradores en nuestro retorno a pie a un hostal que se nos hacía cada vez más lejano. La extraña belleza del camino embriagaba y animaba a continuar.

Paisaje volcánico en los alrededores de Bromo

Tras recobrar fuerzas (por fin) comiendo algo en el pueblo de Cemoro Lawang, retomamos el peregrinaje. El valle volcánico dejó paso a un paisaje verde y frondoso, igualmente solitario, tan sólo salpicado de alguna vivienda escondida. De esta aparente nada surgió, como si de una aparición se tratase, un vendedor de peces de colores portando la mercancia en su motito adaptada para tal fin. Recibió nuestra sorpresa por la singularidad del medio de transporte con paciencia y una media sonrisa posada en la consabida fotografía.
 
Vendedor de peces de colores cerca de Bromo en Java

La mala (o buena) fortuna hizo que el monzón hiciera acto de presencia en forma de lluvia tormentosa. Aceleramos el paso y cuando quisimos darnos cuenta, a nuestro holandés errante se lo había tragado la tierra. Resultó que no fue la tierra sino un refugio al que había acudido para encender su cigarrillo. Y allí estaba alegremente enzarzado en una conversación con un pastor local ¿Había aprendido el idioma local? Nada más lejos, pero con un poco de imaginación, gestos, mucho buen humor y empeño, ambos lograban comunicarse. Mi  diccionario viajero con ilustraciones contribuyó aún más a este intercambio entre el pastor y el representante de su antiguo colonizador que compartían felizmente tabaco. El pastor nos mostró orgulloso su vaca y nos enseñó los rudimentos de su idioma. Tan mágica fue la conexión que surgió, que mi nuevo amigo brasileño decidió convertir al pastor en digno poseedor de su bandera y le hizo entrega de la que había estado portando en su mochila durante meses en espera de un momento como aquel. El pastor  reconoció Brasil de inmediato (¡bendito fútbol!) y se alegró mucho con el presente. No hay una instantánea que inmortalice el encuentro, así que, queda a merced de vuestra imaginación, pero si algún día viajáis cerca de Bromo y veis una bandera brasileña adornando un cobertizo, ya sabéis a qué se debe.

Valle de Bromo en el Parque Nacional del Bromo Tengger Semeru

Seguro que en vuestros viajes habéis tenido algún encuentro parecido, superando barreras de idioma y cultura, ¡contádnoslo!

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Viaje a la isla de los volcanes

Con pesar por abandonar la que ya consideraba "mi" Ubud, el afán por conocer más mundo me llevó a continuar el viaje a la isla de los volcanes, Java. Sólo el nombre ya me hacía emular paisajes exóticos.
Viniendo desde Bali, se echa de menos la frondosidad de su paisaje tropical y el alegre colorido de sus templos y sus gentes con las frecuentes ofrendas y ceremonias; en su lugar llega el impresionante paisaje lunar y volcánico que ya se vislumbra desde el ferry. Nos adentrábamos en el misterio del mundo musulmán en el epicentro de Indonesia.

Aproximación a Java desde el ferry de Bali

Compartí viaje en un minibus con un encantador matrimonio muy jovencito de brasileños (¡algún día os iré a ver!), un holandés errante para ahogar penas del corazón y dos amigas londinenses al inicio del año sabático. Salíamos de mañanita de Kuta (en mi caso antes de Ubud) para atravesar toda la isla hasta alcanzar el noroeste, cruzar en ferry a la vecina Java y proseguir otras largas horas hasta llegar, exhaustos, a nuestro destino.Ya bien entrada la noche, llegábamos a un pueblo a los pies del volcán Bromo. Juntos, deambulamos de hostal en hostal, regateamos, insistimos, peleamos... para finalmente lograr una habitación con ducha compartida, bastante frío y un plato de pasta deshidratada regado con fanta roja (les encanta por Asia) porque no quedaba ya agua embotellada. El madrugón era importante, nos acostábamos a medianoche y a las cuatro partíamos ya a la cima del monte para ver el amanecer sobre Bromo.

Amancer sobre el valle del volcán de Bromo, en Java

¿Por qué tenemos que madrugar tanto? Tan sólo hemos logrado concentrarnos todos los turistas en manada y los comerciantes con su café (¡menos mal!) y baratijas, avanzando adormilados en la penumbra y luchando por una foto. Estos asiáticos venden muy bien sus amaneceres....¿Por qué nosotros no obligamos a nuestros turistas a ver el amanecer sobre el mediterráneo, todos juntos en procesión? Los deseos de venganza y el mareo del cansancio me estaban ya superando cuando, con las primeras luces del alba, apareció ante nosotros el paisaje. La vista del crater del volcán asomando entre la bruma y las nubes y rodeado del valle de árboles quemados me cautivó.



Y aún quedaba lo mejor. Nos acercaron en jeep hasta las dunas. Los últimos metros  consistían en atravesar una explanada de arena y cenizas asediados por chavalines ofreciéndonos sus caballitos para llegar a la meta. Accedí a la turistada, tras un pequeño tira y afloja, y monté en un caballito, manteniendo el equilibrio, no sin dificultades. Si caía, parecía que el suelo era blando...Logré subir la colina (y alegrar un poco el día al cuidador de mi caballo que me observaba mis esfuerzos muy divertido) y disfruté como una niña pequeña.


Caballitos para la visita a Bromo, Java

Al final del trayecto nos esperaba una empinada escalera que nos separaba de los últimos metros hasta alcanzar el crater. Menos mal que algún vecino balinés había dejado una ofrenda a los pies de la escalera, ¡estábamos protegidos!.


Y allí estaba, un poco sin aliento, justo delante del crater del volcán Bromo. Había visto volcanes antes pero nunca tan de cerca que un resbalón pudiera hacerme formar parte de uno. Impresionante.
La que yo había apodado "isla de los volcanes" acababa de darme la bienvenida por todo lo alto.


Volcán de Bromo, Java
Guías esperando a que bajaran los turistas






Uno de los graciosos caballos que ayudan a alcanzar el volcán de Bromo, Java

¿Has ejercido de turista por el mundo y te has visto obligado a madrugar con la promesa de ver un amanecer único? ¿Mereció la pena?