miércoles, 15 de agosto de 2012

Singapur, ¿el futuro de Asia?

Hace no mucho visité la urbe perfecta de Asia (sin contar con las de Japón, Corea y Taiwan, claro): Singapur. Mi idea preconcebida era que iba a ser un lugar anodino, limpio, casi aséptico, y aburrido. Sin embargo, no ha sido así. La ciudad - estado tiene edificios muy hermosos, ha sabido preservar algunas casas de estilo colonial en China Town y Little India, pintándolas de alegres colores, y hay multitud de árboles y jardines vistiendo las calles y recordándonos la selva a la que la ciudad robó el territorio. 

Singapur con el hotel de 5 estrellas y su piscina infinita en la azotea

Fuente del león, emblema de Singapur

Pero lo más fascinante de Singapur no es su planeaniento urbanístico que, empieza a acusar atascos y aglomeraciones derivados de un exceso de población, lo fascinante es su mezcla de culturas y cómo éstas han evolucionado de manera distinta a sus lugares de origen. Chinos, indios, malayos y occidentales conviven en aparente armonía. Los chinos son la clase dominante, junto con los occidentales expatriados. Estos chinos difieren bastante de sus hermanos del continente. No sólo porque hablan una divertida mezcla de inglés y mandarín, el singlish, capaces de intercalar palabras de ambos idiomas en una misma frase (gran ventaja para alguien como yo que entiende la estructura básica del chino pero le falta vocabulario porque esto es lo que suelen completar en inglés), sino porque son mucho más educados. Aunque no sea políticamente correcto decirlo. Mi sensación nada más pisar Singapur fue haber vuelto a la civilización. De hecho, a una tan perfecta que no se encuentra en España (¿aún?).

Edificio rodeado de árboles en Singapur

Os pondré en situación. Llego a Singapur tras un viaje en autobús desde Malasia, con mis ya mencionadas en este blog, 2 maletas de improvisada mochilera sin mochila, me dispongo a coger un taxi para ir al albergue. Observo, fascinada después de más de cuatro meses por Asia, que la gente está haciendo cola ordenadamente y que, de hecho, la fila de personas forma una especie de "s" desde la parada de taxis. Me acerco, a trompicones, con mis maletas y enseguida un chino de mediana edad, alto y elegante me indica, amablemente y en perfecto inglés, que me desplace hacia la izquierda continuando la s "para no bloquear el paso". Impresionada por la exactitud de la observación, obedezco sin rechistar y observo como quienes llegan después de mí me imitan en silencio. Esto puede parecer una simpleza pero para mí fue una demostración de la idiosincracia del país. Educación y respeto a los demás ciudadanos. Y, para colmo, indicado por un chino. En China la subida a cualquier transporte público es una especie de "sálvese quien pueda" o "maricón el último" (con perdón de la expresión pero es la que mejor ilustra la barbarie) en que todos los chinos se apelotonan y no dudan en empujarse para abrirse paso entre la masa sin importarles el posible malestar que causan a los vecinos. Pero esos son los chinos de la gran China y no los de Singapur. Nada que ver. 

Chinatown en Singapur
En Chinatown la comida es la misma que en el sur de China, las tiendas venden el mismo tipo de artículos (aunque sin copias) que en cualquier bazar, los masaje de pies y los tratamientos de medicina oriental se ofrecen por doquier, pero todo está limpio. No hay papeles en el suelo. No hay que estar alerta al temible ruido preparatorio que antecede al odiado escupitajo chino. Y aunque haya mucha gente, nadie empuja. Y en los templos (nuevecitos y recién pagados por las generosa contribuciones de los fieles) se respira fe. 

Little India en Singapur
En la pequeña India es similar, aunque no puedo asegurarlo porque no he estado en la India. Fui en vísperas del año nuevo indio. Las calles estaban iluminadas y engalanadas para la ocasión. Los templos repletos de fieles orando y realizando ofrendas. También había un mercadillo abarrotado de gente. Al adentrarme en él rápidamente me vi atrapada por una marea humana que me obligaba a proseguir por la dirección que ellos marcaban. Me entró una ligera sensación de agobio al pensar que no tenía escapatoria. No obstante, estaba en Singapur y, por tanto, no había nada que temer salvo el calor pegajoso. Nada más. Ni robos, ni codazos, ni empujones. Y si había algún tropezón, inmediatamente seguía una disculpa. 

Mercadillo de adornos para el año nuevo indio en Singapur

 Singapur es un país usurpado a los malayos por una generación nueva de chinos e indios. ¿Evolucionarán del mismo modo sus parientes lejanos del continente?

¿Y tú qué opinas? Si has estado en Singapur, ¿crees que exagero o tuviste la misma sensación que yo?

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