domingo, 9 de septiembre de 2012

Crisol de culturas en Singapur, ¿realidad o ficción?

Oriente y Occidente entremezclados en el mercadillo indio
En mi último post me admiraba de las maravillas de la convivencia de chinos, indios, malayos y occidentales en Singapur. Su comportamiento respetuoso me otorgaba una sensación de "vuelta a civilización". Singapur, el primer país asiático en que, tras cuatro meses de periplo, por fin podía hacer algo tan sencillo como beber un vaso de agua del grifo. Un gesto tan común y que se da por sentado allá de donde vengo y que, sin embargo, volvía a ser posible tan sólo porque me hallaba de nuevo en un país rico (o más rico).
Pero no es oro todo lo que reluce. En Singapur no se respetan las libertades individuales.  A parte de la ya anecdótica norma de no poder mascar chicle, no hay libertad de expresión y los medios de comunicación están censurados. Bien es cierto que, según me cuentan los lugareños, esto se está flexibilizando un poco. Hay quienes piensan que esta rigidez de normas ha sido necesaria para provocar el cambio. Una amiga china de Singapur recordaba como para su abuelo escupir en el suelo era una práctica común, mientras que su padre ya nunca lo hizo. Pobre justificación a mi entender para coartar libertades, si bien es cierto que lo veo con ojos de occidental y estamos hablando de Oriente. Otros lares, otros usos.

Esculturas de arte moderno adornan las calles de Singapur


También hasta hace unos años no había lugares de ocio nocturno o si los había eran sólo para los "expatriados" occidentales. Trabajo y vida ordenada eran las tónicas de un país que tiene uno de los casinos más exitosos del mundo al que no deja entrar a muchos de sus paisanos para protegerlos de sí mismos (y de paso al casino claro está). En los últimos tiempos han surgido bares en las zonas de oficinas dónde es posible ver a ejecutivos de distintas razas relajándose tras una larga jornada laboral. Según me confiesa mi amiga, en un país en el que dedicarse a la banca o a la exportación es hacerse rico, abundan los ejecutivos pero encontrar trabajadores para empleos más corrientes es difícil. Un ejemplo son las tiendas de ropa. Pude comprobar que los centros comerciales están repletos de carteles buscando personal. Toda una generación nueva de jóvenes consentidos que no necesitan trabajar para vivir o, simplemente que se ven más atraídos por el dinero aparentemente fácil de otros sectores, se resiste a emplearse en estas tareas.
La idilíca convivencia a veces se ve empañada por el comportamiento de unos pocos, que provoca el rechazo a toda una raza. Así pues, un chino prefiere contratar a otro chino antes que a un malayo. Considera a los malayos vagos e informales, faltan al trabajo con frecuencia  y se escudan en la religión musulmana para evitar realizar algunas tareas. Estas diferencias son una amenaza para la paz social del país. Ojalá se quede en la anécdota y no pase a estropear el futuro de la urbe casi perfecta de Asia. Sería una lástima.

Singapur está en el sudeste asiático y, por tanto, no exento del castigo del monzón en forma de lluvia torrencial

¿Vives en Singapur? ¿Estás de acuerdo con mi punto de vista? Seguro que sabrás más que yo tras mi corta visita ¡Comparte tu experiencia!


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