sábado, 22 de septiembre de 2012

Rezando en Bali (I)

En mi improvisado devenir por Asia he ido a parar a Ubud, Bali. ¡Voy a parecer una friki imitadora de la novela, reciente éxito de Hollywood! En realidad no, a parte de no haber habido afán imitador, ella en Bali encontró el amor y yo me encontré rezando en un templo hindú. Os cuento cómo.

Paisaje de Ubud, Bali
Estaba dando un romántico paseo solitario entre arrozales, disfrutando de las inmejorables vistas y de la simpatía de los lugareños que me salían al paso. Como no soy ni muy solitaria ni muy de trekking y el cielo amenazaba lluvia, estaba ya volviendo al pueblo, cuando me crucé con un chico en su motito que me saludó amablemente y preguntó de dónde era. Hasta ahí venía siendo el encuentro habitual en Bali, normalmente seguido de ofrecimiento de transporte, que se puede rechazar fácilmente con una sonrisa o una broma. Pero en esta ocasión en lugar de "transport, transport" me dijo, "¿quieres ver la ceremonia en el templo?". A lo cual repuse rápidamente que no podía, al no llevar conmigo el preceptivo sarong, que es el pareo con que hay que cubrirse desde la cintura para entrar en los templos de Bali. Me giré para irme, pero el chico, lejos de desistir, repuso alegremente que él tenía un sarong de sobra y me lo prestaba. Y que aquel era un templo muy especial porque estaba en la confluencia de dos ríos sagrados. No supe cómo negarme y también me picaba la curiosidad. No dejan entrar a los extranjeros a las ceremonias, ¿qué hacían los balineses tanto tiempo allí dentro? Así que, me coloqué el sarong que me ofrecía, que en este caso era un fino pañuelo largo y blanquecino, salpicado de alguna florecita, y seguí al chico, Nyoman de nombre. Me explicó que tenía que ir a buscar al sacerdote y su ofrenda y, allá me dejó, esperando junto a una familia que había venido desde Denpasar para pedir por la salud de un pariente. Llegó el sacerdote y, como Nyoman seguía con sus idas y venidas de preparativos, la familia me invitó a pasar con ellos. Y entramos en el templo. Portaban las pertinentes ofrendas, a saber, cestos de hoja de banana llenos de fruta fresca, flores y adornos. Me sugirieron que les imitara en todo momento durante la ceremonia. Así que, allí estaba yo, sentada en el suelo, rodeada de la madre, el padre, dos hijos mayores, dos niños, un tío y una abuela apoyada en una esquina, demasiado anciana para sentarse en el suelo. Ellos muy cómodos en su posición de loto y descalzos, yo, haciendo estragos para mantener el equilibrio y evitar mancharme los pies de barro. Y empezó la ceremonia. 

Templo en Ubud, Bali
El sacerdote, de espalda a nosotros y sentado frente al altar, comienza a canturrear bendiciendo las ofrendas (supongo). Mientras tanto, la señora me indica que coja una florecita con las manos unidas a modo de oración, que coloque las manos por encima de la cabeza y rece. Así hasta 3 veces. Lo mismo con la varita de incienso. Después, cierra los ojos, silencio y oración. Yo, resignada y sin saber cómo escapar sin ofenderles, opté por cerrar también los ojos y concentrarme. Calculaba cuánto duraría aquello y qué probabilidades había de que empezara a llover y nos mojáramos (los templos son al aire libre). Seguía el silencio. A ver cómo iba a lograr mantener mucho rato esa postura. ¿Se me dormiría el pie? Más silencio. 
Compañeros de rezo en Ubud. Bali
Imposible levantarme e interrumpirles en su concentración. Hasta el niño parecía seriamente concentrado (aunque su hermano mayor estaba divertidísimo viéndole tan seriecito).Y entonces empecé a rezar. Era la mejor opción. El incienso, la flor y el "oooommmm" del sacerdote inspiraban una gran paz.  Así que me dije, yo antes  rezaba, si de verdad  solo hay un Dios, es el mismo al que ellos rezan ahora, ¿qué más da hacerlo rodeada de incienso y flores y cubierta por un sarong?. Tranquilos que no entré en trance. Tampoco me puse a levitar (ni mis compañeros de oración). Aquello duró como mucho 10 minutos (quizá fuera menos pero llevo mal la posición de loto). Y después el sacerdote nos roció a todos con agua del río sagrado.  Por turnos, cada uno de nosotros bebía (o lo aparentaba como yo) tres veces (¿será un número mágico?) y al terminar nos lavamos la cara con el mismo agua y nos colocamos un poco de arroz mojado en la frente. ¡Acababa de ser bendecida por un sacerdote hindú! 
Me despedí de la familia que se fue muy contenta, y cuando ya había decidido dejarle el sarong al sacerdote y huir, reapareció mi amigo Nyoman y su amplia sonrisa y me anunció que ahora empezaba su ceremonia. Debí poner cara de desconcierto (soy demasiado expresiva, defecto ya difícil de corregir) porque rápidamente me aseguró que era distinta a la otra y que tenía que verla. Empezaba a preguntarme qué interés tenía aquel chavalín en que yo le acompañara en el templo...Viéndole tan ilusionado ante la perspectiva, ¿cómo iba a defraudarle?. ¿Qué daño iba a hacerme repetir unos rezos en el templo? Acababa de tener mi primera experiencia "mística" en el viaje. No me sentía ni muy especial ni muy diferente, a lo sumo, más relajada. Parecía que aquello no iba a acabar allí...Os seguiré contando.

¿Te has visto en alguna situación parecida? ¿Has participado en algún rito totalmente ajeno a tu religión o cultura? ¿Cómo fue?


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