Es la ciudad de Luang Prabang mágica, las calles de su casco histórico entremezclan bellos edificios de madera de estilo colonial con multitud de templos budistas a orillas de un Mekong atravesado por frágiles puentes de bambú.
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Monje paseando por delante de una de las casas coloniales de Luang Prabang |
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Puente sobre el Mekong en Luang Prabang, en reconstrucción tras el monzón |
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Haw Kam, Luang Prabang |
Diariamente, la quietud del alba se rompe por la procesión silenciosa de los monjes budistas descalzos cumpliendo con la tradición ancestral de recoger la comida del día de las manos de sus generosos vecinos. Portan cuencos que llenan de arroz cocido a la manera del país, es decir, pegado (lo que en mi tierra se consideraría "empastrado") mientras los turistas se agolpan, curiosos, haciendo fotografías e incluso participando también en el rito. Un rito que la autoridad comunista, poco dada a los fervores religiosos, no osa romper por el atractivo y lucrativo negocio que supone.
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Dando el desayuno a los monjes en Luang Prabang |
Tras el desfile, comienza el mercado diario y entre los productos asiáticos surgen también como propios y autóctonos unas deliciosas baguettes herencia del pasado francés. ¡Con qué gusto se le hinca el diente a un bocadillo tras 4 meses de arroz! ¿Y qué decir de los crepes con chocolate (bien poco apreciado en tierras asiáticas)?
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Cataratas Kuang Si cerca de Laos |
Y al caer la noche, tras
cumplir con el rito de despedir al sol ocultándose tras los cerros cercanos, ir a disfrutar de una interesante combinación culinaria francesa y asiática en alguno de los cafés de estilo europeo y puestos de comida callejeros. Sin embargo, en Laos hay toque de queda. A medianoche, como Cenicienta, hay que volver al hotel o albergue, antes de que venga la policía a meternos en el calabozo. Hay turistas que no se resisten a prolongar la nocturnidad y acuden a lugares clandestinos que continúan abiertos a sabiendas de las autoridades locales que miran hacia otro lado. Mientras traigan dinero, todo se les permite.
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Turistas eligiendo la comida en un puesto del mercado nocturno de Luang Prabang |
Definitivamente, es fácil disfrutar de la calma y placeres de Luang Prabang y los días que allí pasé, arropada por la familia coreana que gestionaba mi hostal, fueron muy agradables. No obstante, las contradicciones entre la permisividad con el turista y la represión al local, hacen que cuestione si la aparente armonía que allí se respiraba era, sólo eso, aparente. Como aparenteme pareció el supuesto voto de pobreza de los monjes tras sorprenderles hablando por un teléfono inteligente.
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Terraza de un café en Laos: ¿Monjes con voto de pobreza llamando por móvil de última generación? |
¿Has estado en Luang Prabang? ¿Te suscitó las mismas dudas que a mí respecto a su armonía?
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