miércoles, 25 de abril de 2012

Moviéndose por Shanghai


Shanghai es una ciudad de dimensiones exageradas, especialmente para un europeo medio. Moverse por Shanghai no es difícil pero sí algo agotador. Sus habitantes se mueven en su flamante red de metro o en autobús (ambos adaptados al extranjero con traducciones al inglés como en toda ciudad grande china, todo un detalle para el visitante), en taxi (que desde la expo 2010 cuenta con una línea caliente para extranjeros con servicio 24 horas) y, sobre todo, en moto eléctrica. También hay peatones que intentan deslizarse entre el tráfico y, en las zonas más céntricas, cuentan con modernos pasos elevados y alguna calle peatonal abarrotada de gente.


Una calle de Shanghai en la Concesión Francesa


Nada más llegar a Shanghai un amigo me recomendó que tuviera cuidado con las motos al cruzar la calle. Me pareció un exceso de celo por su parte. No lo era. Las silenciosas motos eléctricas que han sustituido prácticamente en su totalidad a las bicicletas no respetan las normas de circulación y, por tanto, aparecen desde cualquier dirección y sin luces, aunque sea de noche. Poner un pie en la calzada sin mirar previamente puede suponer un riesgo para la vida. Hay que agradecer la existencia de este tipo de vehículos que seguro han mitigado los niveles de contaminación de la ciudad (en contraste con Pekín dónde su uso está menos extendido), pero me pregunto si habrán aumentado el número de atropellos de peatones. ¡Cuidado con las motos, no se les oye venir!

Metro de Shanghai

Si uno coge el metro en hora punta en Shanghai, descubrirá el significado de la superpoblación. Se encontrará que, a pesar de los ingentes esfuerzos de pensionistas voluntarios chinos por mantener el orden, chillando instrucciones con un megáfono para lograr que los usuarios respeten los caminos marcados en el andén para dejar salir y entrar en el vagón, no lo consiguen. Entrar el metro es una lucha encarnecida a empujones, sin ningún tipo de consideración por la vida humana. Sí, ya sé, que el metro en hora punta en Madrid o Barcelona es también infernal, pero, creedme, comparado con el de Shanghai, es un paseo en barca. Y para más inri, los intercambiadores entre estaciones son interminables. Es posible tener que andar un kilómetro para cambiar de una estación a otra. Los que están ya construidos, tienen modernos pasillos con luces de colores y están llenos de tiendas y restaurantes. Otros, aún por hacer, combinan pasos subterráneos con terrestres. Algo desconcertante para el  usuario inexperto. 

Intercambiador en el metro de Shanghai
El taxi es una opción más cómoda y relativamente barata (aunque los precios suben cada poco tiempo). Hay que respetar las normas para tener éxito al coger un taxi: cómo cogerlo, cómo dirigirse al taxista y cómo despedirse de él. Para cogerlo, armarse de paciencia. No siempre paran. Parece que vayan vacíos pero, en realidad, van a recoger a alguien o simplemente no quieren problemas cogiendo a un laowai. Paciencia. Si se va solo, lo educado es sentarse delante. Lo contrario puede admitirse si se es mujer. Para dar indicaciones al taxista, por mucho que se hable algo de mandarín y a menos que se esté muy, muy convencido de la pronunciación correcta (pronunciar chino es muy difícil y los taxistas, a pesar de que se pasan la vida recogiendo a laowais que van más o menos a los mismos sitios, no ponen mucho de su parte), conviene llevarlo por escrito en mandarín y siempre indicando la calle que intersecta. Así con un “wo yào qù…” (quiero ir a...) y mostrar el móvil o papelito con la dirección todo va bien. Y al llegar, muy importante, si se conoce el destino, anunciarlo con un “dào le!” (¡hemos llegado!) para evitar que el taxista se pase de largo. Fácil. Mi experiencia con los taxistas de Shanghai es muy positiva. Alguno hasta me ayudó con los deberes de chino en los semáforos.




Sin embargo, cuando uno se mueve solo en una zona determinada de Shanghai llevado por su chófer (los extranjeros no estamos autorizados a conducir en China aunque alguno lo haga), puede tender a olvidarse de que es una ciudad enorme y encontrarse con alguna otra sorpresa al intentar ir de un extremo a otro. Como le pasó a un amigo portugués que vino a Shanghai de viaje de negocios y cometió el error de no coger la tarjeta del hotel creyendo que cualquier taxista sabría llevarle diciéndole el nombre del hotel por ser uno de lujo. ¡Grave error! Los taxistas no conocen los hoteles, los nombres a menudo cambian en chino y, además,  había media docena de la misma cadena en Shanghai. Tras una peregrinación por los hoteles de la cadena, logró dar con el adecuado y no perder el avión de vuelta a Europa. Y es que Shanghai (como él mismo recordó lamentándose) tiene más población que todo Portugal. ¿A qué dicho así ya parece más imponente?



 
¿Vives o has vivido en Shanghai? ¿Cuál es tu experiencia moviéndote por la ciudad?


2 comentarios:

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