domingo, 24 de junio de 2012

De safari en Nepal

Imposible dormir. ¿Quién me mandaba a mí, miedica reconocida, contratar un safari a pie por la jungla? ¿Y si me atacaba uno de los pocos tigres que se supone había? ¿O un oso? ¿Y si el que me atacaba era el que me había traído a ese hotel (y que me había estado intenando convencer para pasar la noche en la jungla con él)?. Seguro que su amigo le abría la habitación y yo no tendría escapatoria. La maraña de pensamientos absurdos no cesaba. Me alegré cuando, por fin, salió el sol y ya tocaba ir a la excursión.¡Parque Nacional de Chitwan, allá voy!



Empezamos en canoa, íbamos un matrimonio francés de mediana edad con su guía personal, un guía oficial del parque ya experimentado y otro más jovencito cerrando la comitiva. Con tanto guía, iríamos seguros, ¿o no? Primero un relajante paseo en canoa por el río en el que sólo veíamos aves de todo tipo. Los franceses iban muy preparados con sus prismáticos y sus uniformes estilo colonial, yo, en cambio, a duras penas me había vestido de camuflaje y me preocupaba el centímetro de pierna que no había logrado que mi calcetín alcanzara a tapar...

Aves autóctonas en el Real Parque Nacional de Chitwan en Nepal

Parecía que justo cuando me giraba a mirar alertada por el guía o el francés, el animalito en cuestión ya se había escondido. ¿Dónde estaban los cocodrilos? ¡Allí hay uno! Creía que era un tronco de lo quieto que estaba. Había visto caimanes en el pasado pero este cocodrilo era más pequeño y aplanado. Estaba muy cerca y nuestra canoa no parecía muy estable...Mejor no pensarlo.

Cocodrilo en Chitwan, Nepal

Nos habíamos retrasado porque mi guía había incorporado a los franceses recién llegados a Chitwan a última hora y ya no era buena hora para ver animales....¡Qué rabia! Un momento...¿qué es eso? ¡Un rinoceronte descansando en la islita del río! Paramos la canoa para observarle cómo dormía tranquilamente, ajeno a nuestras miradas. ¡Estaba sólo a unos metros de una bestia enorme con cuerno!

Un rinoceronte durmiendo la siesta en el río de Chitwan

Dejamos la canoa, y nuestro guía nos dio unas recomendaciones de qué hacer si nos encontrábamos con alguno de los animales peligrosos. No recuerdo muy bien qué correspondía con cada animal pero sí que en un caso había que subir a un árbol (creo que con el rinoceronte...fácil, si yo trepo a árboles a diario...), en otro hacer mucho ruido (esto sí se hacerlo, si es que el miedo no me deja muda, claro) y hasta quedarse quieto y caminar de espaldas (¡en medio de la selva!, ¡tropezaría seguro!). ¿Sería capaz? Seguro que teniendo a un rinoceronte, un oso o un tigre cerca sí. Nos despedimos de nuestro amigo rinoceronte de la isla y empezamos a caminar por la jungla.

¡Adiós rinoceronte!

Mi "enamorado" nepalí
Pegadita al guía experimentado, imitándole en cada movimiento, totalmente en silencio y en alerta constante, empecé a deslizarme por la jungla. Sufría por si me atacaba un insecto en el trocito de pierna al descubierto. ¿Aguantaría el repelente super extra fuerte? Proseguimos e hicimos un alto en una torre de vigía desde la que se vislumbraba la inmensidad de la jungla. Allí fue donde me libré, por muy poco, de convertirme en aperitivo de una sanguijuela. Uno de los guías me la quitó cuando ya trepaba por mi bota. Él, en cambio, sí sufrió un mordisco y su camiseta se tiñó de rojo. Como de verde se había teñido la piel de un chino que nos encontramos en la torre. "Calidad china", comentó divertido nuestro guía. Mal lo tiene China si hasta sus vecinos pobres desprecian sus productos. 
Ya no vimos más animales grandes. Nuestro guía escenificó un momento de pánico cuando se oyó un gran ruido entre los arbustos. Aparentemente, acabábamos de estar cerca de un oso (y la semana anterior había habido un ataque a turistas...). Nunca sabré si era cierto pero, desde luego, el ruido que hizo aquello fue muy real y muy grande.

Finalmente, mi primer paseo por la jungla llegaba a su fin. De él me llevo una nueva humildad adquirida por la imponente sensación de intruso en la madre naturaleza. En la jungla se siente, como en ningún otro lugar, que el ser humano no siempre es el rey. Tras la aventura del safari, seguía sana y salva y aún me esperaba el gran postre...¡el baño con los elefantes! Mi recién estrenada y temporal faceta de aventurera no había hecho más que empezar.

¿Has paseado por la jungla? ¿Pasaste tanto miedo como yo?

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