viernes, 3 de abril de 2015

Mae Sot, ciudad fronteriza

Anoche creí oir un tiro en la lejanía mientras dormía en la seguridad de la habitación del hotel. Hoy cuando mi compañera de viaje me ha preguntado, le he asegurado que sería un petardo. Sé que está inquieta porque el conflicto nos queda cerca y he preferido no alimentar más su miedo. Sin embargo, vengo de una tierra dónde la pólvora está presente en todos los festejos y el ruido de anoche no me pareció de esa clase. Estamos en Mae Sot, ciudad fronteriza de Tailandia con Birmania y, en cierto modo, símbolo de la resistencia contra el régimen de terror que acecha al otro lado del río Moei.

Puesto policial frontera Mae Sot. Tailandia - Birmania
Estos días está por allí Hillary Clinton y las noticias anuncian cambios. Sin embargo, nos acercamos a la frontera y vemos la tristeza en los ojos de los birmanos al otro lado de la alambrada y el desconcierto de los recién llegados ilegalmente cruzando el río que los separa de su país. La frontera está cerrada porque ha habido muertos en un reciente altercado con la guerilla birmana, pero las colas para validar papeles y documentos permanecen. Mujeres birmanas esperando pacientemente portando media casa a cuestas, con sus mejillas teñidas con el característico polvo amarillo Thanaka y sus dientes raídos y manchados por el mascado de betel nos ofrecen en una media sonrisa a la cámara.

Mujeres birmanas con el característico Thanaka en Mae Sot, Tailandia
En las calles de Mae Sot se palpa la desolación causada por el horror del régimen de Myanmar. La mitad de la población tailandesa y la otra mitad se reparte entre huidos birmanos y extranjeros occidentales que trabajan en alguna de las ONGs que da servicio los campos de refugiados que hay a lo largo de toda la frontera. Algunos negocios locales están regentados por activistas que, tras la aparente cotidianidad de la rutina hostelera, esconden dramáticas historias de años de prisión y tortura.  


río Moei, frontera natural entre Tailandia y Birmania
Hemos tenido la suerte de ver de cerca el trabajo de Colabora Birmania de la mano de Javier, uno de los 4 españoles que hace años se encontraron con la brutal realidad birmana mientras viajaba de mochilero por Asia. Descolgaron sus mochilas de los hombros para no moverlas de Mae Sot, dispuestos a dedicar sus vidas a ayudar a aquellas gentes de las que muy pocos se acuerdan en Occidente. Desde entonces, muchos medios se han hecho eco de la tragedia de los refugiados birmanos gracias a su labor y, lo más importante, cientos de niños se han visto favorecidos por su ayuda en una de las escuelas con las que cooperan. 
Un de las escuelas de Colabora Birmania
Nos acercamos a la escuela de formación profesional, dónde unos birmanos adolescentes aprenden un oficio con el que labrarse un futuro. Nos acogen con cariño, nos enseñan las instalaciones con orgullo y se regocijan de poder hacerse una foto de grupo con dos blanquitas, una de ellas, además, pelirroja. Más tarde compartimos comida y juegos con los niños de la escuela km 42. Todos conviven y aprenden, organizados por su clan, supervisados por el gobierno tailandés y con el apoyo de los españoles de Colabora Birmania. Impresiona ver la evolución de alguno de los niños de los campos, hablando ya perfecto inglés y colaborando con los profesores en la enseñanza de los más pequeños. No puedo evitar recordar cuán cierta es la máxima de que la educación nos hará libres y qué bien lo saben quienes buscan oprimir al pueblo. Confiemos que el granito de arena de Colabora Birmania logre salvarlos.


Niña de una de las escuelas de Colabora Birmania


Mae Sot, Diciembre 2011


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