viernes, 10 de febrero de 2012

La vida en China: una carrera de obstáculos

Una amiga se asombró hace tiempo cuando, al preguntarme por mi día a día en Shanghai, comenté que iba a 3 horas de clase de chino por las mañanas. ¿Cómo era entonces posible que no tuviera tiempo para nada más (como escribir este blog)? Pues por eso, porque cada día hay que superar alguna prueba para lograr cualquier objetivo por insignificante que sea. La diferencia cultural es tan grande que, a pesar de llevar ya un par de meses por estas tierras y de, por fin, haber logrado que me entiendan 2 de cada 5 veces que digo algo (en lugar de 1 de cada 10), siguen surgiendo pequeñas pruebas diarias a superar cada día. 
Colas en una estación de tren china.
Como ejemplo os contaré mi llegada a Beijing, la capital del imperio chino, que no estuvo en absoluto exenta de pequeñas barreras. El inicio de las dificultades fue enteramente culpa mía: exceso de equipaje. Es el problema de haber improvisado un viaje mochilero por Asia sin tenerlo previsto, es decir, en lugar de con mochila, con una maleta de tamaño mediano con todo lo necesario para la vida cosmopolita de Shanghai y otra de mano que, se supone que es mochila, pero me reconozco incapaz de llevar en la espalda (si es que soy una mochilera pija, hay que reconocerlo). Resultado, ambas manos estirando de sendas maletas. ¿Os imagináis el cuadro? El siguiente problema es que en China hay muchos chinos. Esta afirmación que es, de por sí, una obviedad se convierte en una realidad pasmosa cuando uno intenta moverse por estas tierras. Y más si se llevan 2 maletas, una en cada mano. Hasta la estación de tren en Shanghai pude llegar más o menos sin problemas (conocía el camino), pero al llegar a Beijing hubo que superar la primera prueba: los pasajeros de un tren de más de 30 vagones, absolutamente lleno hasta la bandera, debían pasar por una única y estrecha escalera mecánica del andén a la estación. Lo logramos, yo fui embutida entre cientos de chinos, y sin tener muy claro si las maletas que sostenía seguían siendo las mías o no...gracias a Dios lo eran. Y así pude empezar a recorrer varias de las interminables salas que caracterizan los espacios públicos chinos. La primera vez que pisé una estación de trenes en China, era de noche y me asombraron sus descomunales dimensiones y me dije para mí "qué exagerados estos chinos, cómo quieren demostrar su grandeza". Sin embargo, cuando la vi de día, en plena efervescencia, entendí que estaba bien dimensionada: ¡no cabía un alfiler! Volviendo a mi llegada a la estación de Beijing, que ya os podéis imaginar que es la más grande de cuántas he visto en China,  tras recorrerla entera, me encuentro con una última barrera infranqueable: una escalera con un desnivel equivalente a 6 o 7 plantas de un edificio. Me quedé paralizada mirando fijamente la escalera, pero como no se convertía en mecánica ni mágicamente desaparecía el desnivel, miré a mi alrededor, y descubrí, ¡escaleras mecánicas a mi derecha! Claro que, mis mini conocimientos de chino me indicaban que esas iban a la estación de autobuses y no a la salida, pero, decidí que, una vez arriba, ya podría ir cómodamente por la calle de un sitio a otro. Subí, muy contenta por mi supuesta gran inteligencia, y al llegar arriba descubrí con horror, que, efectivamente, se trataba de una estación de autobuses y que, además, me encontraba en una isleta vallada que me impedía el acceso a la calle. ¿Y para bajar de nuevo a la estación? Por supuesto, escalera manual. Mi genial idea me había duplicado el obstáculo a vencer. Tras unos segundos de desesperación, decidí dar el resto y preguntarle a los empleados que, aparentemente, vendían billetes de autobús y que, no sé por qué motivo, eran 3 aunque solo atendía 1 (método chino anti desempleo, imagino). Les expliqué como pude mi problema y, tras rechazar la solución obvia de volver sobre mis pasos con un "no puedo" (bu keyi) en chino y mirada de pena hacia mis maletas, logré que me abrieran la valla y que me dieran una extensa explicación (de la que entendí la cuarta parte) de cómo llegar a una salida sin bajar escaleras. Bueno, logré eso y también crear un show gratuito para que todos los allí presentes tuvieran conversación en su casa esa noche. Me dirigí diligentemente en la dirección que me habían dicho (o que había creído entender) y me encontré de nuevo con... ¡otra escalera manual! A su vez, venían tres hombres de cara que, al notar mi expresión de horror, me reconfirmaron que no había ascensor, a lo cual les contesté (todo esto en chino) que por qué, y les pareció la mar de divertido (por cierto, que sí suele haber ascensores en las estaciones pero están reservados a los minusválidos y cerrados para el público en general, esto, al principio, me pareció incomprensible pero, nuevamente, cuando uno se da cuenta de que en China hay muchos chinos, comprende que es lógico que lo hagan así). En fin, gracias a qué mi pregunta les cayó en gracia, me ayudaron a bajar la maleta (¡yuupi!) y, no sólo eso, si no que resultó que eran trabajadores de la estación y llamaron a un compañero por el walki talki para que me recibiera abajo y me ayudara a subir la enorme escalera que había causado toda la aventura. Arriba había unos soldaditos del ejército chino que me miraron extrañados porque nadie les había avisado de que llegaba un VIP al que proteger. Resultado: logré no tener que subir las maletas sola y salir de la estación, eso sí, tres cuartos de hora después de la llegada del tren.

Ya solo me quedaba la última prueba, llegar al albergue. Esto parecía que iba a ser sencillo, puesto que, había renunciado a intentarlo en transporte público y me disponía a coger un taxi. Rápidamente, me vi acechada por un grupo de "taxistas a la espera". En toda estación china hay una hilera de taxis parados esperando cazar al viajero despistado que, como no conoce las distancias reales en la ciudad, está dispuesto a aceptar el precio concertado que le ofrezcan tras un pequeño regateo.Dado que yo me negué a aceptar ir sin taxímetro y la dirección a la que iba no les pareció lo suficientemente lejana, me abandonaron pronto a mi suerte y me dispuse a buscar un taxista en movimiento. No era fácil divisar taxis en movimiento, así que, mis maletas y yo avanzamos un par de manzanas (manzanas de gran capital, es decir, equivalentes a varias de capital de provincias) hasta la siguiente esquina. Y sí, ya pasaba algún taxi, pero no me querían llevar y negaban con la cabeza. Esta circunstancia no era nueva para mí y, por tanto, la acepté resignada. Entiendo que los motivos que llevan a un taxista chino a no querer llevarme pueden ser varios.O bien prefieren no llevar a un laowai (extranjero) para evitarse problemas, o bien, ya van de camino a otro servicio (el taxímetro no lo ponen en marcha cuando llamas a un taxi hasta que te recoge) o bien porque no pueden parar en ese punto (imposible predecir si el punto es permitido o no, cuando para lo demás las normas de tráfico parecen ser de poco valor). En esta ocasión, parece ser que la razón era la última, ya que, vi como también rechazaban a unos chinos y ellos se movían a otra zona de la calle. No obstante, para entonces mi agotamiento empezaba a notarse y decidí dar otra oportunidad a esa esquina. ¡Y paró un taxi! Por supuesto, no se bajó a ayudarme con las maletas pero, sí me abrió el maletero enseguida. Sólo habían pasado otros 45 minutos. No estaba mal. Ya estaban superadas las pruebas del día y pronto podría deshacerme de mi incómodo equipaje en el albergue. Eso creía yo, pero aún quedaban sorpresas. Haciendo alarde de mi sentido práctico de la vida y de mi experiencia en China, llevaba escrita la dirección del albergue. Lo malo es que quise haberla impreso pero en la tienda no quisieron y, en lugar de ello, me la anotaron a mano en un papel. Si leer caracteres es de por sí complicado, podréis comprender que entender los que ha escrito alguien a mano (sin poner empeño en hacerlo) es dificilísimo, por tanto, yo había asumido que estaba bien copiado y como tampoco recordaba cómo se llamaba la calle, no me quedaba otra alternativa más que entregarle la nota al taxista. El taxista empezó a poner caras extrañas, yo le indiqué en chino que estaba cerca de Qianmen (la puerta de entrada a la Ciudad Prohibida) y él confirmó que lo sabía pero conforme íbamos avanzando en el atasco pequinés, se ponía más nervioso, miraba el mapa, intentaba programar el GPS, volvía a mirar el mapa, repetía el texto de la nota...pero no sabía dónde estaba. Así fue como llegamos a pararnos en el atasco y sin saber si estábamos en la dirección correcta. Yo le comenté que lo tenía en mi ordenador, y salí a toda prisa del coche parado en la calzada, abrí el maletero, saqué el ordenador y, mientras este se cargaba, el taxista emocionado, me anunció que ya sabía dónde era, y, claro, el problema estaba en que mi anotador había escrito un carácter mal y era otra palabra. Efectivamente, cuando mi ordenador logró encenderse y cargar todas las aplicaciones, pude abrir el mapita de la reserva y confirmar que la calle era la que mi taxista había adivinado, no sin esfuerzo. Así pues, dimos la vuelta en la avenida, y resultó que la suerte nos acompañaba, porque era justo la calle de enfrente. Mi taxista esbozó una sonrisa de alivio y me comunicó que esa era la calle. ¡Estábamos salvados! Comenzamos a adentrarnos en la calle y ante mis ojos apareció el escenario de una película antigua china. Resulta que la supuesta calle era un hutong o callejón típico de Pekín.
Un hutong de Beijing. Este es más ancho que el de mi hostel.

Los hutongs se caracterizan por ser muy estrechos y la gente hace la vida en la calle. Puestos de pinchitos, artesanos varios, niños jugando, repartidores en bici, en moto, en carro... salían de todas las direcciones y cortaban el paso a nuestro taxi. Mi taxista empezó a agobiarse y cada 3 metros preguntaba por el número de la calle y obtenía la misma respuesta, que siguiera recto y ahí estaba (respuesta muy común en China). Y entonces ocurrió lo que tenía que ocurrir. Mi taxista golpeó un coche que estaba aparcado en el hutong. La primera reacción del dueño del vehículo en cuestión (que estaba dentro esperando vete-tú-a-saber-qué) fue decirle que no pasaba nada. A los dos segundos apareció en escena un anciano que aseguró que sí había daños en el coche, y unos segundos más tarde ya había todo un corro de gente mirando y opinando, y mi taxista (bastante tímido) y el dueño del coche discutiendo. Aquello se alargaba y cada vez venía más gente, así que, salí del taxi y les dije en chino "me tengo que ir" y, ya teníamos el cuadro completo. Espectáculo insuperable en el vecindario, un accidente, una discusión y ¡un laowai que intenta hablar chino! Menos mal que mi taxista era de los que rehuyen el enfrentamiento y, al verme (y de paso recordar mi existencia y la de mis maletas), optó por entregarle un billete al dueño del coche supuestamente dañado y así continuamos el camino. Aún tuvimos que ceder el paso a coches que venían de frente, observar cómo una moto se obstinaba absurdamente en no cedérnoslo a nosotros, esquivar unos niños jugando y cuando ya se divisaba el otro extremo de la calle (que realmente era por el que deberíamos haber entrado), le grité a mi taxista un "dao le!" (¡hemos llegado!) y me despidió rápidamente, esta vez, bajándome el las dos maletas. Como diría el GPS "ha llegado a su destino". Tras 3 pruebas y casi 3 horas más tarde.
Ya os podéis hacer una idea de mi día a día en China. No me da tiempo a nada y menos aún a aburrirme.

¿Has estado o estás por China? ¿Tienes esta misma sensación? ¡Cuéntanosla!

2 comentarios:

  1. Jejeje, apasionantes las aventuras de un día cualquiera en China. Pekín, donde nosotros aterrizamos, también supuso varias aventuras traumáticas para nosotros, incluído un timo. En fin, como tú dices, no te aburres.

    Por cierto, si puedo dejar una humilde sugerencia, creo que atraería a más lectores un tamaño más reducido para las entradas (o condensando o dividiendo la información). La gente hoy en día no dedica mucho tiempo a leer... así que sólo lo harán los amigos y familiares (y ni eso...). Bueno, cada uno tiene su estilo y sus objetivos, así que quizá el consejo no te sirva. En cualquier caso, feliz estancia en China!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tienes razón, me enrollo demasiado...intentaré ser más breve. Gracias por el consejo y espero haberte enganchado pese a todo!

      Eliminar

¡Comparte tu opinión! ¡Este blog es también tuyo!